LA COMUNICACIÓN
HUMANA
El problema de
diferenciar al hombre de los otros animales se confunde, en parte, con el
problema de describir en qué forma difiere el lenguaje humano de los distintos tipos
de comportamiento comunicativo que manifiestan otras especies no humanas o
prehumanas. O, en otras palabras, el estudio comparativo de la comunicación animal
y humana se relaciona estrechamente con el problema del puesto del hombre en la naturaleza.
Todas las lenguas
tienen en común –como sistemas de comunicación- una serie de características o
propiedades básicas que no se dan juntas en ninguno de los sistemas de
comunicación no humanos que se conocen:
Productividad. Todo
hablante puede decir algo que nunca ha dicho ni oído antes y ser perfectamente
comprendido por sus oyentes, sin que el hablante ni sus oyentes se percaten de
la novedad en lo más mínimo: un sistema de comunicación en el que es posible
crear y comprender sin dificultad mensajes nuevos, es un sistema productivo.
Desplazamiento. Es
la propiedad de que aquello a que se refiere la comunicación puede estar
alejado en tiempo y espacio del momento y lugar en que se establece la
comunicación.
Dualidad. Toda
lengua es un conjunto de convenciones respecto de elementos mínimos con
significado: las palabras, y un conjunto de convenciones respecto de elementos
sin significado propio, pero diferenciadores de mensajes: los sonidos.
Transmisión cultural.
El ser humano, cuando nace, no habla ninguna lengua. La lengua que llega a
hablar más tarde es la que usan las personas que lo rodean, ya sea que se trate
de la lengua de sus antepasados biológicos o no.
Productividad, desplazamiento,
dualidad y transmisión cultural pueden considerarse como las propiedades
esenciales o básicas de todo sistema lingüístico. (Charles Hockett)
Chimpancés y
seres humanos
El rasgo más
característico de los homínidos, o al menos del Homo sapiens, es su capacidad
lingüística. En tanto que otros primates poseen tradiciones aprendidas y, por
consiguiente, culturas rudimentarias, en los homínidos la cultura eclipsa a la
herencia genética como fuente de cambios adaptativos. Esta dependencia de la
cultura está estrechamente relacionada con la singular capacidad humana para el
lenguaje, y ambas están relacionadas a su vez con la destreza manual conseguida
gracias al bipedismo, la sustitución de maxilares y dientes por útiles y una
cooperación social intensa y a largo plazo basada en los vínculos sexuales. (Marvin Harris)
El tabú del incesto
¿Dónde termina la naturaleza? ¿Dónde comienza La
cultura? Pueden concebirse varias maneras de responder a esta pregunta.
La constancia y la regularidad
existen, es cierto, tanto en la naturaleza como en la cultura. No
obstante en un caso, representan el dominio de la herencia biológica; en el
otro el de la tradición externa.
El conjunto complejo de creencias, costumbres,
estipulaciones e instituciones que se designa brevemente con el nombre de
prohibición del incesto constituye una regla social que posee, a la vez, un carácter
de universalidad. No necesita demostrarse que la prohibición del incesto
constituye una regla; bastará recordar que la prohibición del matrimonio entre
parientes cercanos puede tener un campo de aplicación variable según el modo en
el que cada grupo define lo que entiende por pariente próximo; sin embargo,
esta prohibición sancionada por penalidades sin duda variables y que pueden
incluir desde la ejecución inmediata de los culpables hasta la reprobación vaga
y a veces sólo la burla, siempre está presente en cualquier grupo social.
(Claude Lévi- Strauss)
Sumergidos en la
cultura
Se ha dicho que lo
último que descubriría un habitante de las profundidades del mar sería, tal
vez, precisamente el agua. Sólo llegaría a tener conciencia de ésta si algún
accidente lo llevara a la superficie y lo pusiera en contacto con la atmósfera. El hombre ha tenido
durante casi toda su historia una conciencia muy vaga de la existencia de la
cultura, e incluso dicha conciencia ha dependido de los contrastes que presentaban las costumbres de su propia
sociedad en relación a las de alguna otra con las que accidentalmente llegó a
ponerse en contacto. La capacidad para ver la cultura de la propia sociedad en
general, para valorar sus patrones y apreciar cuanto éstos comprenden, exige
cierto grado de objetividad que rara vez se logra.” (Ralph Linton)