miércoles, 18 de octubre de 2017

La caídade Illia (Golpe de 1966)

La caída de Illia. El golpe y los medios

El derrocamiento de Arturo Illia se produjo como resultado de una coherente campaña ideológica, implementada por los medios de comunicación masiva y orquestada por una fracción de las fuerzas armadas, que contó con el apoyo de dirigentes empresariales, sindicales y políticos, y que, posteriormente, en función de gobierno, intentaría aplicar un programa corporativista.

Los periodistas Mariano Grondona, Bernardo Neustadt y Mariano Montemayor [N. del editor: de las revistas “Primera Plana”, “Todo” y “Confirmado”, respectivamente], desde sus columnas editoriales, contribuyeron, como parte integrante del poder mediático, a la campaña de prensa sobre la base de coincidentes mensajes críticos contra el gobierno de Illia. En sus escritos encontramos, de forma general, las siguientes convergencias temáticas: que el presidente carecía de resolución; que el radicalismo en función de gobierno estaba tan concentrado en “la lógica electoralista” que dedicaba insuficiente atención a sus obligaciones administrativas; que el gobierno era lento para resolver los problemas sociales políticos y económicos; que la economía se hallaba estancada, que no había una respuesta firme a las amenazas contra el orden público; que el ejecutivo confundía la nación con su partido y gobernaba en función exclusiva de sus intereses; que era sectario y excluyente; representaba al pasado, a una Argentina agropecuaria arrasada por la crisis de 1930, y que, en resumidas cuentas, se hacía insoslayable un golpe de estado y un líder con autoridad para resolver la crisis argentina.

  Las revistas, consideradas como actores políticos, en tanto intentaron —y lograron— incidir en el proceso de toma de decisiones y se granjearon prestigio y protagonismo en el escenario público, compartían con otros actores del sistema la voluntad de influir, decidir y ejecutar tácticas y estrategias en función del proyecto político editorial que le diera origen y sentido a su desplazamiento informativo. 
   La inestabilidad institucional y la falta de respeto a minorías y mayorías, junto con un ejercicio distorsionador de la actividad periodística, provocaron la idealización, salvo minoritarias instituciones y expresiones, del ejército por parte de la sociedad política argentina y la tan heterogénea como veleidosa “opinión pública” que no tardaría en rebelarse contra la nueva tiranía que, al compás de marciales fanfarrias, parecía aquella fría mañana del 28 de junio de 1966, inaugurar una “Segunda República”.