África servida en la mesa de Europa (de Eduardo Galeano, en “ESPEJOS”)
…Entonces
Europa emprendió, África adentro, la conquista colonial. Antes, los hombres de
las tierras frías no habían pasado más allá de los puertos donde compraban
negros, pero en esos años los exploradores se abrieron paso en las tierras
calientes, y tras ellos llegaron los guerreros, montados en los cañones, y tras
ellos los misioneros, armados de cruces, y tras ellos los mercaderes. Las
cataratas más prodigiosas y el lago más inmenso del África se llamaron
Victoria, en homenaje a una reina no muy africana, y los invasores bautizaron
ríos y montañas, creyéndose el cuento de que descubrían lo que veían. Y ya no
se llamaron esclavos los negros sometidos a trabajo esclavo.
En 1885, en Berlín, al cabo de un año de
mucho pugilato, los conquistadores pudieron ponerse de acuerdo en el reparto.
Tres décadas después, Alemania perdió la
primera Guerra Mundial y de paso perdió también las colonias africanas que le
habían tocado.
Para entonces, ya hacía rato que Friedich
Hegel había explicado que África no tenía historia y que sólo podía resultar
interesante para el estudio de la barbarie y el salvajismo, y otro pensador,
Herbert Spencer, había sentenciado que la civilización debía borrar del mapa a las razas inferiores,
porque sea humano o bruto, todo obstáculo debía ser eliminado.
Se llamaron era de paz mundial las tres
décadas que desembocaron en la guerra de 1914. En esos dulces años, la cuarta
parte del planeta fue a parar al buche de media docena de naciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario