IDENTIDAD Y CULTURA
Cada uno de nosotros es un ser particular y único. Tiene determinados rasgos, carácter, gustos, preferencias, nombre, historia personal. Estas son algunas de las características que nos constituyen en seres singulares, particulares, con una identidad personal.
Pero, al mismo tiempo, somos seres sociales, formamos parte de grupos: familia, amigos, simpatizantes de un club, partido político, país, continente. Por eso teneos también una identidad grupal con gustos, costumbres, historia, símbolos, proyectos, que nos diferencian de los miembros de otros grupos.
Ya sea personal o grupal, la identidad es la imagen por la que nos reconocemos como individuos y como miembros de los grupos a los que pertenecemos. Esa imagen es una construcción simbólica, que se da en un determinado contexto cultural. No podemos considerarla como un molde independiente de los individuos y en el que ellos encajarían. Los grupos y los individuos construyen su identidad, es el resultado de una selección y ordenamiento de recuerdos y símbolos. A partir de esta construcción simbólica comenzamos a reconocer lo que nos resulta familiar y lo que nos resulta extraño. Como consecuencia:
-La identidad no es algo dado de una vez y para siempre, es producto de las actividades que realizamos y que se realizan en la sociedad a la que pertenecemos; tiene por lo tanto, un desarrollo histórico.
-La identidad no puede existir independientemente de los hombres, cada identidad es simplemente una manera, entre las muchas posibles, de reconocerse y verse como persona o como parte de un grupo.
-Si en el proceso de construcción se eligen, ordenan y hasta se inventan símbolos y recuerdos, tenemos que aceptar que lo que les resulta familiar a algunos puede resultarle extraño a otros.
-Para comprender las identidades, debemos pensarlas dentro de los contextos culturales en los que se construyen y tienen vigencia, para poder descubrir la forma en que se generan y quiénes las elaboran.
Identidad personal y grupal como derecho
La imagen que tenemos de nosotros mismos es resultado de una compleja construcción psicológica que comienza con nuestros primeros años de vida. Su construcción es un proceso social, ya que se desarrolla en la convivencia con los otros.
En 1989 la ONU aprobó la “Convención Internacional de los Derechos del Niño y del Adolescente. Este hecho tiene una doble importancia: que los niños son sujetos tutelares de derechos y que los adultos y los estados deben proporcionarles protecciones especiales. Esta Convención tiene jerarquía constitucional en nuestro país desde 1994. Los artículos 7,8 y 11 se refieren al derecho a la identidad.
También se reconoce el derecho a formar grupos y a disfrutar de los elementos que componen su identidad grupal (art. 15 y 30)
La identidad nacional
Construimos nuestra identidad grupal según diferentes referentes, por ejemplo un equipo de fútbol o nuestra escuela. Al elegir como referente a la nación –nos identificamos como chilenos, argentinos, peruanos- tenemos una identidad nacional, que compartimos con otros. Los elementos que forman los marcos de referencia de esa identidad son varios: vivir en un mismo territorio, hablar un mismo idioma, reconocer una historia en común.
No siempre las sociedades se han organizado en naciones, ni siempre ha habido una identidad nacional. Es a partir del siglo XIX que lo nacional se se elige como un principio unificador de individuos y generador de una identidad.
La idea de nación está asociada a la concepción de un determinado espacio o territorio, y a los intereses comunes de diferentes grupos que viven en ese territorio. Pero para aunar esto, deben ponerse en marcha mecanismos que permitan agrupar a los individuos según estos dos criterios, para que se identifiquen con una misma imagen, la de la nacionalidad.
La identidad nacional es una construcción cultural que implica:
-la consideración de un territorio como espacio delimitado políticamente y como patrimonio material y cultural que debe ser defendido, porque es el contexto en el que se desarrolla la cultura de un país;
-la elaboración de una historia que funciona como un pasado común y que permite la identificación de los individuos a lo largo del tiempo;
-la elaboración y selección de una serie de símbolos identificatorios.
Junto con estos tres factores, la lengua sirve como un elemento aglutinador que refuerza la identificación.
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