Se trata de un nuevo paradigma de organización de los medios de producción en el que convergen tecnologías digitales, físicas y biológicas -neurotecnologías, robots, inteligencia artificial, biotecnología, sistemas de almacenamiento de energía, drones e impresoras 3D- que transformará no sólo la naturaleza del trabajo sino todos los aspectos de la vida, “hasta lo que significa ser humano” según los especialistas. No se trata de un conjunto de tecnologías -digitales, físicas y biológicas- emergentes sino de una interrelación compleja entre éstas, una verdadera convergencia que dará lugar a nuevos sistemas construidos sobre la infraestructura de la revolución digital anterior (cuyos orígenes se rastrean desde mediados del siglo XX, con la llegada de la electrónica y la tecnología de la información y las telecomunicaciones).
Nuevas fábricas
Quizás el objetivo principal de la cuarta revolución industrial sea la puesta en marcha de un nuevo tipo de planta industrial, el de las “fábricas inteligentes”: unidades de producción completamente automatizadas a partir de sistemas ciberfísicos que combinarán maquinaria física y tangible con procesos digitales, las cuales serán capaces de tomar decisiones descentralizadas y de cooperar -entre los mismos sistemas y con los humanos- mediante el internet de las cosas. El fin es el de llegar a un desarrollo industrial que perfeccione los procesos de manera tal de adaptarse a las necesidades del negocio, así como a una asignación más eficiente de los recursos.
El futuro del trabajo
El primer dato que se presenta no suena alentador: unos cinco millones de puestos de trabajo de los 15 países más industrializados del mundo podrán desaparecer. Sin embargo, esos empleos podrán transformarse en otro tipo de trabajo cuya forma aún no podemos siquiera imaginar: “El futuro del empleo estará hecho de trabajos que no existen, en industrias que usan tecnologías nuevas, en condiciones planetarias que ningún ser humano jamás ha experimentado”, explica David Ritter, CEO de Greenpeace Australia/Pacífico.
Las industrias serán impulsadas por cuatro motores: “un aumento de los volúmenes de datos que manejan las empresas industriales; ordenadores cada vez más potentes y baratos; capacidad de analizar los datos de los procesos; y continua mejora en la interacción de personas con máquinas, robots e impresoras 3D (lo cual) reduce costes, mejora las cadenas de producción y aprovecha las nuevas bases de datos”, tal como señala de Pablos.
Por su parte, Wolfgang Wahlster, director del Centro Alemán de Investigación de Inteligencia Artificial, señala que la robotización de la economía no significará una total desaparición de empleos. “Los robots tienen una gran capacidad lógica y de gestión del big data, pero la inspiración, la intuición y la creatividad quedan lejos de su alcance”. La creatividad, precisamente, se convertirá en una de las competencias profesionales más demandadas para sacar provecho al mix de nuevas tecnologías y formas de trabajo”.
Así las cosas, todo parece indicar que el proceso de transformación sólo beneficiará a quienes sean capaces de innovar y adaptarse. En este sentido, el Foro Económico Mundial señala cuáles son las 10 principales competencias que los trabajadores deberán desarrollar para poder sobrevivir a esta nueva oleada, a saber: solución de problemas complejos; pensamiento crítico; creatividad; gestión de personas; coordinación de equipos; inteligencia emocional; análisis y toma de decisiones; orientación del servicio; negociación y flexibilidad cognitiva. Asimismo, el WEF destaca que unos 1,9 millones de trabajadores altamente cualificados podrían hacer falta en 2020, lo cual equivale a una buena noticia, siempre y cuando las personas logren adaptarse a los cambios y transformaciones inherentes a la nueva era.
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